Tributos y deuda

La deuda privada es uno de los grandes problemas de nuestra economía. Según diversos cálculos esta puede oscilar entre el 200% y el 300% de nuestro PIB, es decir entre dos y tres billones de euros. Es una cantidad enorme respecto a nuestra deuda pública que en los próximos meses rondará el billón de euros. De la deuda privada, grosso modo, unos 700.000 millones corresponden a hipotecas y el resto son créditos con diversas garantías y préstamos empresariales. Más de un billón de euros corresponden a inversiones españolas en el extranjero.

El Gobierno considera que el proceso de desendeudamiento del sector privado es bueno para la economía. Así lo repiten todos los funcionarios del Gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo, pese a que al Ejecutivo le parece bien que los españoles paguemos nuestras deudas, hacen todo lo posible por quitarnos los recursos disponibles para ahorrar o cubrir estas deudas a través de sistemáticas subidas de impuestos destinadas a completar las arcas públicas.

Uno pensaría que este sacrificio al menos debería permitir que el Estado cubriera sus necesidades y la deuda pública no se incrementara. Pero ahí está la deuda escalando al 90% del PIB después de que en dos ejercicios fiscales el Gobierno le añadiera 22,5 puntos porcentuales. Por lo tanto el Gobierno está reclamando cada vez más recursos al sector privado para sus ingentes necesidades e impidiendo el proceso de desapalancamiento que dice que es tan necesario.

¿Cuál es el fundamento económico de esto? ¿Por qué el Gobierno dice que por un lado es bueno desendeudarse, pero por el otro nos quita vía impuestos el dinero que necesitamos para ello?

El viernes planteé este asunto a un alto funcionario en Moncloa y su respuesta fue que «cuanto antes corrija el Estado sus desequilibrios, menos serán sus necesidades de financiación y mejores serán las condiciones en que el sector privado se podrá refinanciar en el futuro». Una respuesta de manual de Economía si no fuera porque «refinanciar» es una palabra que las familias españolas aún no conocen y no es sinónimo de desapalancarse o de pagar las deudas. Las empresas se pueden refinanciar, y vivir permanentemente con deudas mientras mantienen su giro, pero las familias, no. Y refinanciar una vez el PIB ya es bastante.

Que las condiciones de financiación sean mejores les sirve de poco a las familias. Ellas necesitan renta disponible para poder hacer frente a sus obligaciones e ir liquidando sus deudas. Y si la duración de esta crisis ha mermado sus reservas, no digamos nada del hachazo fiscal que el Gobierno quiere prolongar con el IRPF hasta 2015 y sobrecargar con impuestos y tasas en el corto plazo. Antes la deuda pública expulsaba a los privados del mercado financiero mediante el fenómeno del crowding-out, ahora Montoro lo hace directamente subiendo los impuestos.

Desgraciadamente, la teoría que los altos funcionarios tienen tan claro es desmentida a diario por la realidad. Ni la subida de impuestos ha calmado la voracidad del Estado, que sigue exhibiendo grandes déficit, ni la bajada de la prima de riesgo nos libra de nuestras deudas. Sólo el ahorro puede hacerlo, pero este concepto parece escapársele a nuestros altos economistas.

john.muller@elmundo.es